Gente felis

Una rosa

Cuando una rosa comienza a marchitarse, acepta que se consume, y que su vida está llegando al último suspiro. Ésta era perspicaz, sabía que llegaba su momento y se dispuso a morir con honor. Quizás ayer notó golpes cuando se terminaba el día. Quizás nos escuchó. Quizás se puso triste y decidió irse. Hoy, aún seguía de pie, como siempre, pero no tan firme como antes, pero no quise hacerle caso.
Antes era una rosa preciosa. Destacaba por su rojo pasión, y sus pétalos medio abiertos... Era su juventud lo que estaba disfrutando. Era suave y acogedora. Cada uno de sus pétalos derrochaba vivacidad y colorido. Era una rosa bonita, y olía bien. Destacaba sobre todas las cosas porque era la imagen de la perfección. Pero hoy decidió abandonarme.
Se enfadó y cuando la gota colmó el vaso decidió caerse invadiéndolo todo del agua que la mantenía viva. Quería suicidarse, y ya no era la primera vez que eso pasaba. Al fin entendí lo que quería. Cuando me fijé en ella una vez más, sus pétalos lloraban lágrimas negras, y me asusté. La examiné con más cuidado, buscando restos de alegría, pero ya no había ninguno. Lo único que quedaba eran restos de una rosa que en su pasado había sido feliz, pero que ahora se había muerto.
Y se fue, con elegancia, y con sumisión, sin rechistar. Sus pétalos ennegrecieron, y sus raíces rechazaron el agua que yo le ofrecía. Quizás, no era el agua de su gusto y por eso se negaba a aceptarla, quizás necesitaba una aspirina. Ya le dolía demasiado la cabeza. Por eso se fue, y sólo quedan restos de ella tirados en una papelera.

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